Era raro que ella estuviera aquí, la chica que mojé un día de lluvia y con la que tomé un helado un día de invierno. Es bastante especial y habla con soltura pero a la vez con delicadeza. Me pregunto si Tom pensará que yo hice algo para que llegara aquí, aún no me lo ha preguntado y espero que no lo haga ¿qué le diré? Soy malo en las mentiras, pero no me gusta ¿cómo me podría gustar alguien en tan poco tiempo?
Tom: ¿Bill, puedo hablar contigo?
Bill: amm, está bien.
Está bien, asumo que no tengo que volver a pensar mucho las cosas, porque cuando las pienso, pasan, como ahora que me estoy dirigiendo a las habitaciones para hablar con Tom acerca de algo que estoy seguro que no quiero hablar. Realmente no son habitaciones, sólo es una puerta móvil que separa la “sala de estar” del bus, con nuestras cuatro camas.
Tom: ¿me quieres explicar cómo llego esta chica aquí?
Bill: en avión, creo que en bus se habría demorado mucho más.
Tom: no te hagas el idiota.
Bill: no lo sé, David la contrató.
Tom: ¿no crees que la casualidad es muy grande? Anda, cuéntame, sabes que puedes confiar en mí.
Bill: sólo, sólo me dio curiosidad y David quería una diseñadora y yo sólo le hablé de ella, nada más.
Tom: o sea fuiste tú. ¿Ella lo sabe?
Bill: no, estás loco, creería que soy un maniático o algo así.
Tom: ¿te gusta?
Bill: no.
Tom: dime la verdad.
Bill: no lo sé, realmente no lo sé.
Tom: hay hermanito, que loco estás, cuando lo sepas me dices, imagínate si no hubiéramos hablado esto, yo seduciría a (tunombre) y acabaría con ella y tú me odiarías. No quiero que pase eso.
Bill: idiota.
Tom: jajaja, sólo bromeo.
Terminé de hablar con Tom y volvimos a donde estaban los chicos, ahora (tunombre) jugaba videojuegos con Georg, nos sentamos cada uno en un lado distinto. No fue tan malo como supuse, después de todo es bueno contarle las cosas a alguien.
Tú: ¡demonios!
Georg: jaja, como siempre las mujeres débiles en los videojuegos.
Tú: deja de matarme si no quieres que te lance una patada voladora.
Georg: el personaje que elegiste no da patadas voladoras.
Tú: ¡ash! Gustav, ¿por qué no me dijiste que este personaje era un asco?
Gustav: es uno de los mejores, tú no lo sabes manejar.
Tú: noooooooooooo, perdí. (Puchero)
Tom: realmente juegas mal, porque Georg es malo.
Georg: yo no soy malo.
Tom: sí, sí lo eres.
Georg: apostemos.
Gustav: ganará Tom.
Tú: no, estoy segura que ganará Georg, así podré decir que perdí contra un buen jugador.
Tom: veamos, preciosa, estoy segura que ganaré yo.
Narras tú.
Me reí el resto de la noche, estos chicos realmente son chistosos. Ganó Tom, pero da igual, tengo que aceptar que juego mal. Luego, cuando el frío se hizo menos soportable cada uno fue a su habitación, pieza, cama, lo que fuera. Yo subí y me puse un poleron gigante y una calza negra, ese solía ser mi pijama para luego bajar a buscar algo de comida, eran aproximadamente las dos de la mañana y al llegar al primer piso me sorprendí al ver que Bill seguía ahí sentado, no se dio cuenta de mi presencia porque miraba hacia al lado opuesto.
Tú: ¿El señor Kaulitz aún aquí? (sonriendo)
Bill: (sorprendido) sí, no tengo mucho sueño la verdad.
Tú: (te sentaste al lado de él) ¿siempre eres así?
Bill: ¿así cómo?
Tú: tan callado.
Bill: no lo sé, creo que hoy pensé mucho.
Tú: pensar mucho a veces hace mal.
Bill: si lo sé. ¿y tú?
Tú: ¿yo qué?
Bill: ¿Qué haces despierta aún?
Tú: tengo hambre.
Bill: la verdad, yo también, acá somos desordenados y comemos a cualquier hora. ¿Comamos algo?
La verdad por momentos mi mente se volvía loca y traviesa, me gustaba estar con él, se siente bien y si mi cordura hubiera estado ausente estoy segura que en ese momento en lugar de responderle “bueno, comamos pastel, pie de limón, helado, o algo así” le hubiera dicho “Te como a ti sin problemas”. Gracias a Zeus, aún no estoy tan loca.
Tú: está bien ¿qué tienen en la cocina? (te paraste a observar la cocina)
Bill: (hizo lo mismo) ni idea.
Tú: mira, hay manzanas, que rico.
Bill: no, no, aléjala, no me gustan.
Tú: jaja, que raro eres.
Bill: mira, aquí hay panqueques.
Tú: mmmmm que rico.
Bill: jajaja, y yo soy el raro.
Tú: sí Kaulitz, eres raro y molestoso.
Bill: dime Bill ¬¬
Tú: no, Bill suena feo.
Bill: mi nombre no es feo.
Tú: si lo es.
Bill: que no.
Tú: si.
Bill: entonces no hay panqueque para ti. (Alejándolos)
Tú: ¿qué? nooo, ¡dame!
Bill: (los sujetaba lo más alto que podía con una de sus manos.) di que mi nombre es lindo.
Tú: ash, dame (intentabas quitarle el plato pero Bill era demasiado alto)
Bill: jajaja, que pequeña eres.
Tú: y tú tonto. (Sonreíste maliciosamente y le hiciste cosquillas en el estómago, acto seguido tenías el plato en tus manos)
Bill: jajaja, no, ¡devuélveme mi plato!
Corrí con el plato mientras Bill me perseguía, el bus era pequeño, por lo tanto no tenía muchas posibilidades de escapar, además me reía como condenada, algo que me hacía disminuir la velocidad. Sentí que se acercaba desde atrás y luego sus brazos rodearon mi cintura, me estremecí pero no podía parar de reír, estaba tan cerca de mí. Él también reía.
Bill: ya te tengo, dame el plato.
Tú: JAMÁS. Déjame ir. Kaulitz, eres malvado.
Bill: jajajajaja (cansado) ok, me rindo. (Te suelta)
Tú: (giras y le hablas de manera provocativa cerca de sus labios) sabía que ganaría, eres muy débil para mí.
Bill: ¿yo débil? ya te dije que podría cargar a 5 hombres en medio de una tormenta de nieve.
Tú: Se puede ser débil de otras maneras.
Bill: ¿cómo?
Tú: pondré de ejemplo a Tom, es joven, apuesto, musculoso...
Bill: ¿ahora me dirás que lo amas? (irónico)
Tú: PERO, por una mujer, perdón, por el cuerpo de una mujer es capaz de ser un idiota sumiso, un hombre así, no me sirve.
Bill: y luego el malvado soy yo.
Tú: sólo soy sincera.
Bill: me gusta tu sinceridad. ¿Me darás panqueque?
Tú: claro, tan mala no soy jajaja.
Bill: ¿yo débil? ya te dije que podría cargar a 5 hombres en medio de una tormenta de nieve.
Tú: Se puede ser débil de otras maneras.
Bill: ¿cómo?
Tú: pondré de ejemplo a Tom, es joven, apuesto, musculoso...
Bill: ¿ahora me dirás que lo amas? (irónico)
Tú: PERO, por una mujer, perdón, por el cuerpo de una mujer es capaz de ser un idiota sumiso, un hombre así, no me sirve.
Bill: y luego el malvado soy yo.
Tú: sólo soy sincera.
Bill: me gusta tu sinceridad. ¿Me darás panqueque?
Tú: claro, tan mala no soy jajaja.
Nos sentamos en el sofá y comimos mientras seguíamos hablando y riendo. Me sentí tan niña, tan pequeña, tan infantil, me sentí tan bien, una escena así lograba borrar de mi mente por un momento esa sensación de no tener a mi familia, de haber dejado a mis amigos y de estar en un lugar desconocido, ÉL… él me hacia bien.